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Dos temas que no tienen nada que ver

El otro día estuve en Granada. No siempre se tiene tiempo suficiente para hacer grandes viajes así que cuando puedo hago una escapda. Una escapada es básicamente un viaje en coche en el que sólo duermes una noche fuera de casa. Así lo entiendo yo.

Siempre que llego de algún viaje o escapada intento retocar las fotografías lo antes posible, creo que es algo que no se puede posponer más allá de la siguiente semana. Y así he hecho.

Retocar fotografías es algo parecido a empanar, son acciones que se repiten siempre en el mismo orden. En el caso de las croquetas hay que hacer primero la masa, moldearlas una por una, pasar por harina, huevo y pan rallado para terminar friéndolas. Da igual de qué sean las croquetas o a qué hagas las fotografías, siempre descargo los RAW, revelo con Lightroom, retoco con Photoshop y preparo para almacenamiento personal, impresión a papel o publicación en internet.

Fue empanando las fotos de Granada cuando se me pasaron por la cabeza dos temas que no tienen nada que ver entre sí pero que fueron propiciados por la misma acción. En un principio iba a dividirlo en dos posts pero luego pensé que a lo mejor un post más largo podría amenizarte un poco más estas frías tardes del mes de diciembre.

El primer tema que se me vino a la cabeza fue lo que había cambiado mi vida desde que cerré mis cuentas de flickr y 500px. Antes siempre retocaba las fotos pensando cuál de ellas publicaría en las redes sociales y cuando las publicaba siempre estaba atento a los favs y comentarios que me hacían. La verdad es que lo recuerdo como algo divertido y muy entretenido. Nunca llegué a ser muy popular en flickr, salvo por un grupo que fundé y por alguna extraña razón se hizo muy famoso a las pocas semanas con miles y miles de miembros. Siempre pensé que la viralidad de flickr no tenía nada que ver con la calidad de las fotografías sino con la cantidad de comentarios que lograras hacer a los demás para caerles bien. Flickr en su última etapa buena llegó a convertirse en una red social de amigos que se rascaban la espalda entre ellos en vez de un lugar de encuentro entre fotógrafos.

500px era muy diferente, el algoritmo no le prestaba mucha atención a los comentarios y sí a los favs y visualizaciones, si la fotografía era buena rápidamente la catalogaban como upcoming o popular. Aunque ellos mismos dicen que el algoritmo no es un medidor de calidad sino un método para exponer nuevas fotografías diariamente. Para catalogar las fotografías utilizan un sistema que denominan pulse que va de cero a cien y tiene tres escalones, fresh (-70), upcoming (70-80) y popular (+80).

El caso es que retocando mis fotos de Granada me di cuenta de la cantidad de tiempo que llevo haciendo fotos sin compartirlas con nadie, básicamente lo que se ha hecho toda la vida de Dios, fotos para el recuerdo familiar, y para serte sincero, no pude evitar sentir un poco de añoranza al recordar los tiempos en los que mis fotografías eran visionadas por miles de personas. Supongo que ahora te estarás preguntando por qué diablos no vuelvo a abrirme una cuenta para compartir mis fotos, y es porque estoy experimentando conmigo, como los buenos científicos, aquí te lo cuento.


El otro tema que nada tiene que ver con este, es la profunda decepción que sentí al visitar la Alhambra. Con estos temas uno tiene que andarse con cuidado porque la gente común no es capaz de ver más allá de los límites del dogma. La gente normal no tiene criterio y una persona que no tiene criterio es un peligro para la sociedad. Decir que la Alhambra es decepcionante es tener el valor para defender la verdad contra viento y marea pese a los peligros que ello conlleve, hablar alto y claro en este país está al alcance de muy pocos. Genios como yo, los nuevos Don Pelayo del siglo XXI, somos los únicos capaces de llamar a las cosas por su nombre, para que personas como tú tengan una versión aséptica de la realidad.

A cualquiera que le preguntes te dirá que la Alhambra es una maravilla, un monumento majestuoso de tiempos mejores, una proeza irrepetible de sociedades eruditas. Si me preguntas a mí te diré que la Alhambra es una gran mentira, un edificio sobrevalorado, decepcionante y altamente mejorable.

Mientras la visitaba me iba repitiendo una y otra vez, ahora llegará lo bonito, ahora llegará lo bonito, ahora llegará lo bonito... ¿Y por qué pasa esto? ¿Por qué digo yo que el monumento más visitado de toda España es una mísera patraña? Sencillamente porque es moro. Tal y como te lo estoy diciendo, si la Alhambra en lugar de ser un monumento a la grandeza musulmana hubiere sido cristiano, todos esos que hablan maravillas de la Alhambra quizás se quedarían callados.


¿Sabéis cuántas personas hablan maravillas de la Alhambra y sin embargo se negarían a entrar en el Vaticano con la cateta frase de que la Iglesia tendría que vender sus riquezas para ayudar a los pobres? Esto es la maldita enfermedad que sufre Occidente, elevar a los altares toda la basura que viene de fuera y enterrar los tesoros de nuestra cultura madre.

En la ciudad de Sevilla cuenta la leyenda que cuando San Fernando venció a los moros, éstos pusieron la condición de derribar la Giralda para no verla en manos cristianas. Fue cuando Alfonso X el Sabio irrumpió en la tienda de campaña donde se estaba pactando la negociación y dijo, "por un solo ladrillo que falte de ella, mandaré a cortar las cabezas de todos los moros de Sevilla". Pensando en esta magnífica frase se me ocurrió lo contrario, es decir, imagínate que un dirigente Europeo dijera algo como "por cada muerto asesinado en un atentado terrorista derribaré cien mezquitas". Y que efectivamente lo haga. Que mande derribar cien mezquitas por cada muerto europeo a manos de la barbarie islámica.

¿Sabes qué significa para mí la Alhambra de Granada, la Giralda de Sevilla o la Mezquita de Córdoba? Monumentos al recuerdo de la invasión morisca, lugares que gritan a Europa que eso que creemos imposible puede volver a suceder, para mí son el reflejo del peligro constante en el que vivimos y por el que debemos exigir a nuestros dirigentes una lucha constante. Están ahí para recordarnos que debemos luchar contra su invasión.