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Palabras de recuerdo a un amigo

Me gustaría dedicar unas palabras de recuerdo al que siempre será mi coche.

Me lo compré de segunda mano, en la misma casa Renault, pero para mí fue como recién salido de fábrica, y es que el Megane de tres puertas, negro como yo quería, parecía haberme estado esperando a mí. Durante años hemos estado unidos como los mejores amigos, me acompañaba a cada sitio que iba sin quejarse nunca, le daba igual que fuera a hacer la compra o a perderme por terrenos impracticables. Siempre estaba dispuesto a todo y jamás se quejó, pudo hacerlo, tuvo infinidad de ocasiones para decir basta, mi maldita pasión por abrir caminos que nadie ha pisado y descubrir rincones olvidados nunca le hizo perder la ilusión, nunca tiró la toalla, jamás abandonó.

Parecía que dosificara el gasoil con el mimo de una madre para que nunca me viera en apuros. Lo exprimí varias veces más de la cuenta pero siempre guardaba una última gota pensando en mí. Parecía que le gustara llevar los neumáticos gastados y el polvo del camino en su piel, era igualito a mí, nos gustaba la ropa usada, los caminos desérticos y los atardeceres interminables.

Hemos recorrido juntos largas carreteras, estrechos callejones en pueblos olvidados, veredas de ganado y angostos lodazales, nos hemos perdido entre arrozales y maizales, hemos dibujado cada centímetro de costa mientras acariciábamos África con la mirada, todo lo hemos hecho juntos.

Recuerdo aquel viaje a Portugal como si fuera ayer, sólo a mí se me hubiera ocurrido hacer 700 kilómetros para pasar el rato y sólo a un coche como él se le hubiera ocurrido acompañarme con una sonrisa. Estábamos los dos igual de locos y nos encantaba. Nos perdimos en un mar de tierra, de cruces de caminos, pero nunca nos sentimos solos.

Hace pocas semanas cuando iba por la autopista él mismo me avisó de que algo no iba bien. Dios! Qué te pasa? No salía de mi asombro, su temperatura se disparó hasta humear sus entrañas. Paré en el arcén y lo estuve refrescando con mi botella de agua, llamé a asistencia en carreteras y lo llevaron a casa en una grúa. Yo no hacía más que repetirme que sería un manguito de refrigeración picado, alguna fuga en el radiador, poca cosa, pero al día siguiente me llamó el mecánico con el diagnóstico, junta de culata rota con altas probabilidades de daños internos en el motor.

Yo no he perdido un coche, he perdido un amigo. Me siento un miserable por haber hablado delante de él en alguna ocasión de comprarme otro, es como si se hubiera dado cuenta que ya estaba en mi pensamiento el cambiarlo, y eso junto al peso de sus años, haya precipitado la decisión de terminar su camino.

No me avergüenzo en absoluto de utilizar la palabra amigo, para mí de hecho ha sido mucho más, tampoco me avergüenzo de tener los ojos llenos de lágrimas al escribir estas líneas. Porque siempre te tendré en el recuerdo, porque siempre serás mi coche, porque siempre serás mi amigo.