Una de las cosas que más echo de menos de la época dorada son los salones recreativos. Básicamente eran tugurios capaces de reunir a los niños de todas las clases sociales. Además los padres de la época lo tenían perfectamente asumido, las recreativas eran los únicos lugares en los que un niño de buena familia y bien educado podía confraternizar con los despojos sociales de aquel entonces.
Daba igual la diferencia de edad, la ropa o el barrio en el que vivieras, en los salones recreativos te sorprendías a ti mismo jugando al Street Fighter con un tipejo de pelo largo, chaqueta vaquera, camiseta heavy y pendiente. En los años ochenta aquello era el ejercicio democratizante más elevado al que podía someterse un niño.
La atmósfera de aquellos lugares tenía algo mágico, era una sinfonía botones siendo golpeados, monedas chocando entre sí, música en 16 bits y todo bajo el rielar de las luces iluminando el humo del tabaco. Había algo sórdido en aquellos lugares que lo convertían en rincones maravillosos.
Todo ese aparente desorden se desarrollaba bajo una serie de leyes no escritas que funcionaban a la perfección. Llegabas con el dinero a la ventanilla donde estaba el encargado, la mayoría de las veces era un hombre con cara de amargado que te cambiaba las monedas de 20 duros por las de 25 pesetas y esporádicamente salía de su jaula para rescatar las monedas que se quedaban atascadas abriendo las máquinas con su llave mágica.
El mejor salón recreativo de Sevilla y probablemente de Europa estaba en la calle Sierpes, se llamaba Las Vegas y tenía tres plantas, dos sólo para arcade y una para futbolines y ping pong. El otro día pasé por allí y le hice una foto al edificio.
Estaría bien saber cuánto dinero eché en aquellas máquinas, posiblemente el equivalente a lo que hoy cuesta un yate de 28 metros de eslora, o quizás no tanto, no sé. El caso es que de aquel tugurio guardo muy buenos recuerdos.
¿Y por qué te cuento todo esto? Pues porque acabo de ver por primera vez en mi vida el final del After Burner. Si me estás leyendo doy por hecho que eres una persona cultivada en las lides de la vida y sabes de sobra a qué videojuego me refiero. Sólo te diré que el After Burner se lanzó en 1987 y es posiblemente el simulador de vuelo más difícil de la historia de los videojuegos. Bien, pues 31 años después he conseguido ver su final.
World of Longplays es una cuenta de youtube especializada en pasarse juegos retro y acaban de subir el video del After Burner, una verdadera hazaña que merece todo mi respeto y admiración.