A veces me he sentido frustrado por ser el único capaz de ver belleza donde otros no la ven. Me pasa continuamente con la arquitectura de playa. Verás, yo siempre he pensado que la arquitectura de una ciudad equivale a la piel de una persona. Hay ciudades feas y ciudades guapas, algunas tienen muchas arrugas que encierran muchas historias, otras son agradables de ver aunque tienen poco que contar, las hay elegantes, amigables, y también desagradables y hostiles.
En España, sobre todo en la parte sur y del levante, hay una arquitectura que por alguna extraña razón me despierta una especie de melancolía evocadora siempre de historias felices. Yo me refiero a ella como la arquitectura de veraneo.
Son la mayoría construcciones de los años 70/80 que se diseñaron sin complejos. Esto de "sin complejos" es posible que no lo entiendas bien si no viviste aquella época, pero si por algo se caracterizó aquel momento es porque todo se hacía sin complejos. Es una cosa muy curiosa pero los complejos de los años 80 llegaron en los noventa cuando los nuevos mediocres quisieron hacerse los interesantes criticando la cultura pop como las hombreras, la sandía enfriándose en la arena de la playa, los chochos peludos y ese tipo de cosas.
Este es un claro ejemplo de arquitectura de veraneo sin complejos:
Estas terrazas podrían contar miles de maravillosos recuerdos de todas las familias que han pasado por ellas, año tras año, década tras década. Toallas mojadas secándose por el agua de baños interminables, cubitos de arena llenos de conchas que dos hermanos recogieron como si fueran doblones de oro cuando eran unos críos, familias cenando al fresquito de las noches de verano, todo ese tipo de cosas soy capaz de verlas con tan sólo contemplar el trazo de esas terrazas. Es algo que sólo ocurre en la costa.
El otro día estuve en Rota, un lugar maravilloso, tiene esa mezcla de los americanos de la Base y la gente de Cádiz que la hace única en España. Coincidí con un grupo de soldados americanos que estaban pasando el día libre en la playa. Nosotros estamos acostumbrados a llevarnos las paletas y la colchoneta pero ellos lo que se llevan para distraerse son balones de fútbol americano. Así que entre balones con forma de melón volando en todos los sentidos y una negra que había con un culo de infarto, aquello parecía un vídeo de la antigua saga de Real Butts.
Total, que he empezado a contarte esto de la arquitectura playera para confirmarte otra vez que ser paleto está de moda. Verás, en la década de los 80 y 90 la brecha cultural entre la gente de ciudad y la gente de campo era tan grande que el término paleto tenía una connotación muy negativa, a lo largo de los años 90 y comienzos de 2000 el mismo término se empezó a utilizar para etiquetar a la gente que no estaba "a la moda". Mi teoría es que la sociedad actual ha involucionado tanto y está tan condiciona por sus complejos que cualquier paleto de la época dorada tiene muchos más valores, educación, libertad y capacidad de disfrute que cualquier marxista/feminista/animalista/subnormal de a día de hoy. Por consiguiente el término paleto en la actualidad hace referencia a un hombre superior, por lo que debemos esforzarnos en ser todos unos paletos y acercarnos otra vez al hombre de antes.
Yo cada año intento perfeccionarme y ser un poco más paleto, así que planté mi sombrilla en la playa de Rota, abrí mi nevera y saqué mi tupperware. Cierto es que llevaba una ensalada de frutos secos, aguacate, zanahoria rayada, maíz y una salsa de mayonesa y mostaza, pero es que ser paleto no está reñido con ser sibarita.
El año pasado estuve documentando mi vuelta al paletismo desde instagram, pero como sabrás hace tiempo decidí abandonar el nido de mediocres que son las redes sociales, por lo que este lugar es el único escaparate que tengo para documentar todos mis avances. Este es un ejemplo:
Como antes dije eso de que la arquitectura de un lugar equivale a la piel de una persona, se me ha ocurrido que el equivalente de los pisos de veraneo de Rota podría ser perfectamente esta imagen de Lisa Welch.