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He envasado al vacío un videojuego y voy a lanzarlo al espacio

Cada vez son más comunes las charlas de videojuegos retro, lo que técnicamente llaman abandonware. La gente cuando habla de la evolución de los videojuegos no es consciente del que ha sido uno de los mayores avances en la historia de la informática, por no decir el que más. Hoy en día las gráficas son más potentes que la mayoría de ordenadores, hay auténticas barbaridades SLI o CrossFire que eran impensables hace muy pocos años. Pero la verdadera revolución del videojuego viene de mucho más atrás.

Posiblemente esto no te lo hayan dicho jamás pero el mayor avance en la historia de los videojuegos ha sido la paleta de 16 colores.

Si eres un colonizador de internet lo sabrás de sobra aunque posiblemente hasta que no me has leído no has sido consciente de tal cosa. Los que colonizamos internet tuvimos una época preinternet, que básicamente equivale a la época precolombina, es decir una época en la que se vivía sin patatas, tomates, chocolate y ese tipo de cosas, ahora mismo cuesta pensar una vida así, pero ciertamente se vivía. Pues con internet pasa exactamente igual, cuesta pensar en una vida informática sin internet, pero realmente se vivía.

Bien, pues en aquel internet precolombino, lo normal era interactuar con pantallas monocromáticas y en el mejor de los casos CGA. El CGA tenía una resolución en modo gráfico de 320x200 píxeles, que para usar los primeros procesadores de texto en MS-DOS nos sobraba. El problema vino cuando empezaron a llegar los primeros videojuegos, que más que un problema de resolución lo que teníamos era un problema de colores. El modo gráfico del CGA sólo permitía cuatro colores en pantalla simultáneamente que por defecto eran el negro, cian, magenta y blanco (o gris claro). Había opciones que permitían cambiar azules por verdes y magentas por rojos, pero básicamente era eso lo que había.

Fue a mediados de la gloriosa década de los ochenta cuando el estándar de gráficos EGA trajo el color y la ilusión a los ojos de los niños que con gozo vivimos aquel maravilloso momento. Yo recuerdo perfectamente el día que vi un monitor a 16 colores. Por aquel entonces yo tenía el ahora codiciado y joya de museo Sinclair PC200, de Amstrad, y al tiempo un vecino mío se compró un 386 Olivetti. Me invitó a su casa para que lo viera y cuando entré en su habitación estaba el hermano jugando, el ordenador estaba de lado por lo que no alcanzaba a ver la pantalla desde la puerta, lo primero que vi fueron un montón de colores reflejados en las gafas de su hermano, aquello prometía, me acerqué poco a poco hasta que alcancé a ver la pantalla, nunca se me olvidará aquel rojo del Ferrari del Outrun atravesando una autopista entre palmeras verdes bajo un azul vivo majestuoso. La lírica que estoy usando no es gratuita, aquello fue una experiencia realmente impactante.

Lo que yo estaba acostumbrado a ver VS el futuro que estaba llamando a mi puerta:


Todo lo que ha venido después de esto sólo han sido añadidos. Entiéndeme, los avances han sido gigantes, pero un hombre de verdad no sabe distinguir entre 16 millones o 32 millones de colores. Sin embargo poder distinguir los 3 colores del semáforo ha sido uno de los mayores puntos de inflexión en la historia de la informática.

Poco después llegarían las consolas de 16 bits como la flamante Sega MegaDrive, posiblemente la mejor consola de toda la historia, con la que rápidamente nos acostumbramos a los sonidos y colores de la nueva era. Las videoconsolas fueron fiel reflejo de lo que fue aquella época, un tiempo en el que cualquier avance nos fascinaba y todos vivían con la ilusión de un niño.

He estado rebuscando entre mis antiguos juegos de MegaDrive y he visto una verdadera joya. No sé si lo recuerdas pero SEGA sacó algunos cartuchos de multijuegos, fueron muy pocos y el primero de la saga fue el MEGA GAMES I, este cartucho traía tres juegos, Super Hang-On, Columns y World Cup Italia '90. Por aquel entonces 3 juegos en un mismo cartucho te garantizaba la diversión para todo el verano. Así que he decidido envasar al vacío esta joya y enviarla al espacio.


La idea es sencilla, envaso al vacío esta obra de arte para que no se deteriore en su viaje interestelar, lo empaqueto en una caja de zapatos con papel de burbujas junto a una carta escrita de mi mismo puño y letra para que la lean los extraterrestres, en ella les cuento que soy el mejor del mundo sobre todo jugando al Super Hang-On y que si alguno de su especie quiere retarme estoy dispuesto a jugar con él. Ya le he enviado un correo a la NASA donde les pido que me reserven un hueco en uno de los cajones del transbordador, una vez allí arriba sólo tendrán que sacar la mano por la ventanilla y lanzarlo con fuerza dirección a Ganímedes, que es donde Carlos Jesús decía que estaban los extraterrestres. Como puedes comprobar mi plan no tiene fisuras.

Es la primera vez que hago esto

Como no se me ocurre nada de lo que hablar he decidido hacer algo que nunca he hecho, que es comenzar a escribir sin tener nada en la cabeza. Noto una sensación extraña porque siempre que escribo lo hago con un objetivo en mente, luego podré desvariar conforme se me van ocurriendo más cosas, de hecho siempre lo hago, pero esta vez he querido que sea todo improvisación, como una de esas canciones de jazz que suenan a rayos mientras los músicos ponen cara como de estar haciendo algo épico.

Es decir, que ahora mismo estoy escribiendo esto en esta línea, pero realmente no tengo ni idea de lo que pondré en la línea de más abajo. Se me está ocurriendo que puedo hablar de lo que he comido, de hecho creo que hablo poco de comida cuando la comida y la fotografía gastronómica son una de mis pasiones, pero claro, empezar a escribir un post en plan improvisación y terminar hablando de lo que he comido me parece de primero de blog, y llevo ya algunos años con fleshfly y otros muchos más con otras cosas de internet como para decirte que voy a hablar de las cosas que se me ocurran y terminar escribiendo sobre lo que acabo de cenar.

Pero se me está ocurriendo ahora mismo que en lugar de estar en una de esas terracitas de mierda bebiendo cerveza y dando vergüenza con cuatro payasos más, estoy aquí delante de mi ordenador escribiendo exclusivamente para que tú me leas, lo que me hace pensar en la nula importancia que le he dado siempre a la amistad. Nunca lo he pensado en profundidad pero creo que los que escribimos un blog no tenemos amigos, por eso escribimos.

La amistad es un término muy difuso, tanto que no pienso perder un segundo de mi vida en intentar definirla. Si tuviera que hablar de la amistad según mi experiencia diría que apesta. Tampoco quiero dar una impresión equivocada, he tenido buenos amigos y hemos hecho locuras dignas de recordar, pero con más de treinta años tener amigos me parece patético, a menos que seas un borracho y tengas la necesidad de beber en compañía, o peor aún, que seas uno de esos tarados incapaces de envejecer dignamente y estés apuntado a uno de esos equipos de fútbol de barrio. Si eres uno de estos no te tomes a mal mis palabras, haz todo lo contrario, piensa hacia dónde estás conduciendo tu miserable vida e intenta dar un golpe de timón que te lleve a aguas más tranquilas.

A mí se me ocurren mil cosas mejores antes que estar con amigos, pero para eso tienes que ser un virtuoso y saber llenar tu vida de contenido, que básicamente se resume en ser una persona curiosa, que no cotilla. Ahora mismo cuando he dicho "cotilla" se me han venido a la cabeza las redes sociales y después de todo lo que he dicho quizás entiendas mejor por qué no las uso. Las redes sociales son madrigueras de cotillas y de vanidosos, exactamente igual que la simbiosis del estafador y el tonto que se deja estafar.

A lo mejor estás pensando que esto que estoy haciendo yo ahora mismo no es mejor que perder el tiempo en una red social, si es así te invito a que cierres mi blog y no me vuelvas a leer nunca porque no entender la diferencia entre publicar una foto con filtro de perro y desarrollar una idea en un sólo lugar para que quien quiera libremente la lea te convierte en un completo subnormal. Aunque doy por hecho que si has llegado hasta aquí y me estás leyendo ahora mismo es porque comprendes perfectamente la diferencia.

Bueno, pues parece que la improvisación se está definiendo como una tesis sobre la amistad y la sociabilidad del bloguero, aunque no sé por qué utilizo la palabra bloguero, que la odio, en vez de utilizar la palabra escritor, y digo escritor sin ningún tipo de pretensión ya que lo que estoy haciendo es precisamente escribir. Nada me gustaría menos que dar la impresión de lo que todo el mundo entiende por escritor, que básicamente es un fracasado que tras su divorcio se ha ido a vivir a una casa alquilada sin muebles y no para de contar las miserias sobre su divorcio dando la imagen que está en un nuevo renacer de su vida cuando en el fondo lo que está haciendo es edulcorar su puta vida de mierda mientras intenta vender un ejemplar de "su última novela".

Bueno, pues creo que ha llegado el momento de dar fin a este experimento, espero querido amigo que hayas pasado un rato ameno con la lectura de éste mi humilde post improvisado, no queriendo dejar la ocasión para dejarte un buen sabor de boca con uno de mis maravillosos legajos del porno retro impreso restaurado. Hasta la próxima.

Michael Sembello - Maniac

Habré escuchado esta canción cientos de veces a lo largo de mi vida, pero hasta hoy no he visto esta obra de arte.

El otro día me comí el rabo de John Holmes rebozado

Acabo de acordarme de que el año pasado hice una serie de excelentes publicaciones en instagram donde hablaba de las diferencias entre las vacaciones y el veraneo, y como ya está apretando la calor y todo aquel instagram se esfumó de Dios sabe qué sectores de qué plato de qué disco duro de qué servidor de qué granja de facebook, he pensado que sería buena idea recordar un poco todo aquello y preparar ya el terreno para hablar de las cosas del verano.

Una de las claves para disfrutar del veraneo es comprender en toda su dimensión el término paleto. Verás, es posible que nadie te haya contado esto jamás, pero en la vida todo es susceptible de ser excelente. Un paleto excelente, consciente de lo que es y lo que hace, es infinitamente mejor que uno de esos snobs de Mercadona. No sé si vais o habéis ido alguna vez a Mercadona, yo suelo evitarlo porque me entristece estar rodeado de marcas blancas, pero bueno no quiero desviarme del tema que estamos tratando. Un snob de Mercadona es uno de esos señores estirados de canas repeinadas y gafas por encima de los hombros de esas que se abren por el centro con un imán, queriendo dar la impresión de ilustres abogados mientras tocan sin guantes los tomates plastiqueros del mercadona para ver si están maduros. Bien, pues este tipo de farsante no le llega ni a la suela de los zapatos al auténtico paleto, el paletuus excelentis.

Esto que dije hace un año quedó bastante claro: "Cuando la gente utilizaba el término paleto en los años 90, década en la que la sociedad aún crecía intelectualmente, lo hacía en clave peyorativa porque evocaba tiempos pasados peores. Lo curioso es que la sociedad ha desmejorado tanto que actualmente cualquier tiempo pasado es de forma palmaria muy superior a hoy, tanto creativa, moral, respetuosa e intelectualmente hablando. Es decir que ser paleto a día de hoy es algo bueno."

Yo desde aquí me comprometo a volver a ser un paleto este verano, de hecho ya he empezado. El otro día estuve comiendo en uno de esos bares con solera donde al pedir una Coca-Cola Zero el camarero te responde con un "ya viene p'acá" y por alguna extraña razón muchos comensales llaman al camarero "maestro".


Pero aunque me gustaría seguirte hablando de mis gustos gastronómicos, el motivo por el cual he empezado a contarte todo esto es por lo que viene a continuación. Verás, yo soy mucho de pedir pavías. Las pavías son de esos platos que son un engorro hacerlos en casa y por mucho empeño que le pongas, nunca te van a salir igual de ricas que en los bares. De hecho yo en mi casa jamás he intentado hacer una puta pavía en mi vida, no estoy loco. Hay platos que son de bares y que no vale la pena intentarlos hacer en casa, como es el caso de los caracoles, el chipirón plancha o el solomillo al whisky. Si te apetece comer algo de esto lo mejor es que te vayas a un bar y cuanto más buhío sea, mejor sabrá.

No sé qué me pasa hoy que me estoy yendo mucho por las ramas, iba a que pedí una pavía concretamente de merluza, y claro cuando yo pido una pavía lo que espero encontrar en el plato es un rebozado de como mucho una cuarta, más o menos grasiento y ligeramente salado, pero lo que sobresalía de auqel plato era básicamente el rabo de John Holmes rebozado.


Teniendo en cuanta que uno de los extremos estaba ligeramente doblado, la pavía podría medir sin duda más de 30 centímetros. Y te puedo asegurar que aunque no la mejor, ha sido una de las pavías más ricas que he probado entrando directamente en el top five most popular pavías.



Con estas historias tan dicharacheras lo que espero, querido amigo, es entretenerte en este internet cada vez más aburrido de redes sociales, amas de casa jugando a ser influencers en instagram, niñatos creyéndose politólogos en twitter y tu prima la del pueblo contando sus miserias en facebook.