Notario de internet / fleshfly.com@gmail.com


2020/11/19

Recuerdo de una cagada

Debo avisarte que el título de este post es literal, no se trata de una "cagada" en plan algo que hice mal, no, no, estoy hablando de cuando te sientas en el váter a apretar como un cantaor flamenco. La historia es bastante graciosa, al menos para mí, que me sigue provocando carcajadas cuando la recuerdo. Fue el año pasado, recién llegado de Nueva York. Te pongo en situación, imagínate dos semanas comiendo como un borrico las mierdas que ponen allí, el típico estreñimiento vacacional, que sí, que cagas, pero no como en tu casa. La última noche cené unos fideos japoneses picantes, una especie de montaditos también japoneses que estaban brutales y una especie de burrito picante con carne de pato. A la mañana siguiente antes de coger el avión abrí un paquete de doritos y durante el vuelo no paré de comer basura. Lo típico.

Durante el vuelo fue cuando comenzaron los problemas, por respeto a los pasajeros no me tiré ninguna ventosidad, podrían confundir el olor con un ataque bioquímico y temía por que se desatara el pánico. Por supuesto no cagué en el avión, ya es suficiente pobreza viajar en turista como para también cagar en turista. Así que me aguanté. "Cuando baje en Madrid", dije. Total que cuando llegué al aeropuerto, entre una cosa y otra tampoco cagué. "Cuando llegue a Atocha", dije.

Y así fue, ya con tiempo por delante y un poco más relajado, me metí en uno de esos servicios de pago que al menos se presuponen más limpios que los de cualquier tugurio infecto. Cuando entré me sorprendí porque verdaderamente olía a limpio y curiosamente las puertas no eran como las típicas donde se te pueden ver los pies, estas puertas cerraban totalmente, como las de tu cuarto de baño. Entré en uno de los servicios, comprobé que estaban limpios y empezó el espectáculo. Fue una cagada maravillosa, liberé toda la tensión acumulada del viaje provocada por comidas picantes y grasientos snacks. Fue sin duda la mejor entrada en España que he hecho en mi vida. Me explayé.

Cuando terminé era un hombre nuevo. Salí de aquel cubículo y me puse a lavarme las manos con abundante jabón y agua fresquita. A lo que entra un elegante joven con ganas de mear (joder me estoy riendo mientras escribo esto por recordarlo otra vez), por los caprichos cabalísticos de la probabilidad, aquel buen hombre escogió el servicio que había usado yo. Yo lo estaba viendo por aquel gran espejo mientras me lavaba las manos. Abrió la puerta y aún sin haber entrado, tornásele el rostro en aberrante rictus, resultado del nauseabundo y creo que hasta peligroso hedor que de allí salía. A mí esas cosas me hacen mucha gracia así que me empecé a reír sin poder disimular. Aquel tipo me miró y me vio allí, clorado, riéndome de él, consciente de que lo que le estaba destrozando la nariz, había salido directamente de mi culo. Te lo juro que me estaba descojonando. Así que con mala cara se metió en otro servicio.

Yo salí de allí riéndome como un cabrón, no podía ni andar. Me tuve que apoyar sobre una maleta. Cuando salió aquel pobre, me vio descojonándome. No podía parar. Si hubieres visto su cara te aseguro que tú también te morirías de risa.

Cagar es una maravilla.