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La táctica psicológica de la comparación aplicada al marketing de tetas

Imagínate que se te rompe la lavadora y vas a una tienda a comprarte una nueva (esto que digo me parece algo del pasado ya que hace años que no compro ese tipo de cosas en tiendas físicas). Llegas a la tienda y te encuentras con una lavadora que cuesta 350€ que precisamente era lo que tú pensabas gastarte pero parece de baja calidad, al lado hay otra lavadora que te gusta más pero cuesta 590€, es un precio superior al que tenías pensado así que te debates entre una lavadora mala/barata y otra buena/cara.

Da igual que la lavadora de 590€ tenga más prestaciones, sea más bonita y más silenciosa, para la mayoría de consumidores esa es la opción cara y renunciarán a ella sin pensárselo. ¿Cómo hacer que la lavadora cara se venda más? Tan sencillo como colocar una tercera lavadora por 1300€.

Verás, el cerebro humano en general no es bueno sintetizando cifras sin más, para nosotros es mucho mejor retener precios en grupos comparativos, es decir en baratos, justos y caros. Así que la lavadora de 1300€ sólo está en la tienda para hacer que la de 590€ parezca barata. En este caso muchos consumidores percibirán la lavadora de 350€ como un producto de muy baja calidad, a la tienda le da igual porque esa lavadora siempre tendrá su cliente, personas asquerosas que siempre se lanzan al producto más barato sin tener en cuenta ninguna cualidad más. Sin embargo la tercera lavadora "engañará" a otro tipo de clientes más indecisos y le ayudará a decidirse por la lavadora que en un principio creyó cara, automáticamente el producto de 590€ pasa a ser la compra inteligente.

Esto pasa con todo, televisores, frigoríficos, equipos de música e incluso con las palomitas en los cines. El marketing usa ese tipo de técnicas para modificar nuestras decisiones de compra. ¿Nunca os habéis pedido la tarrina media de helado y os habéis arrepentido porque en realidad era mejor opción la pequeña?

Doy por hecho que estás al tanto de este tipo de técnicas de venta así que te he soltado este rollo sólo como introducción para lo que voy a contarte ahora. Verás desde hace años, el gobierno en la sombra ha popularizado un tipo de mujer que no siempre encajaba con el deseo masculino. Me refiero a las mujeres masculinizadas que se muestran en publicidad, las modelos ultradelgadas, la norma del tatuaje, de los gimnasios y los músculos, de puestos de trabajos históricamente masculinos ocupados por mujeres. Toda esa industria que hay detrás de terminar con nuestra identidad sexual lleva años mostrándonos mujeres con poco pecho.

¿Qué nos ha pasado como sociedad? Pues que nuestro cerebro, al igual que pasa con los precios, por comparación hemos aceptado un tipo de mujer 'masculina' y hemos basado nuestras comparaciones casi sobre un modelo masculino real. Tal es el despropósito que a día de hoy existen hombres que dicen que no les gustan las mujeres de tetas grandes. Es espantoso.

fleshfly tessa fowler

Ya te hablé de las comparaciones hace tiempo. Por ejemplo las tetas de Tessa Fowler son hermosas y generosas, sin embargo si las comparamos con las tetas de Leanne Crow parecen unas tetas normales. En este caso las tetas de Tessa Fowler serían la lavadora de 590€ y las tetas de Leanne Crow serían la lavadora de 1300€. Por así decirlo el mercado ha retirado las tetas de 1300€ y las ha ido sustituyendo paulatinamente por tetas de menor tamaño, nos hemos acostumbrados a las tetas baratas, es decir a las tetas pequeñas.

fleshfly tetas grandes

Si tuviera que señalar a alguien como culpable de todo este disparate diría que el lobby gay fue quien empezó en los años 90 desde las pasarelas de moda a emplear cada vez a modelos más delgadas y con menos pecho.

modelos de los 90

Ahora parece que cansados de todo este sinsentido están equilibrando la balanza. Todo apunta a que nos están mostrando a mujeres del extremo opuesto para volver a normalizar la belleza de la mujer real. Por ejemplo la de la izquierda es Ashley Graham como portada de Cosmopolitan de agosto de 2016 y la de la derecha es Tess Holliday como portada de Cosmopolitan de agosto de 2018.

gordas en portadasgordas en portadas

Las imágenes hablan por sí solas. La tendencia está en claro crecimiento. ¿Cómo terminará todo esto? Pues la verdad es que no tengo ni idea, esta sociedad está tan enferma que todo puede pasar. Entretanto yo seguiré mostrándote tal cual mi criterio para que lo uses como guía de vida.

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La cosecha del final del verano

Aprovechad ahora que está terminando el verano y disfrutad de las marcas del bañador que el bronceado ha dejado en la piel de vuestras mujeres. Es como comer pan recién salido del horno.

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La historia del torero y el pepino

No pensaba escribir más en este nido de ratas en el que se está convirtiendo internet. Te hablo en serio. Siempre me pasa en verano, no sé si será por los días libres, el calor o las ganas de eyacular en las tetas que asoman desvergonzadas en la playa, pero este cúmulo de sensaciones hace que entre en una especie de depresión la cual hace aflorar la misantropía que siempre tengo latente en las entrañas. No me gusta la gente y el verano es una época que parece obligarte a estar con gente. No me refiero necesariamente a estar interactuando, el simple hecho de estar cerca de gente en la playa, en centros comerciales o en lugares públicos es algo que me estresa bastante. Como decía Gleen Gould, 'por cada hora que pasamos al lado de un ser humano necesitamos otras tantas en soledad'.

No sé por qué te estoy contando esto. Bueno en realidad sí lo sé, porque como no tengo amigos a quien contarles estas cosas te las cuento a ti. Lo más probable es que te importe un soberano cipote pero como seguramente tú seas otra alma atormentada por el sinsentido de la vida que nos ha tocado vivir, te tranquilice saber que hay otra persona en tu misma situación, es decir, delante de la pantalla del ordenador y completamente sola.

Esta introducción no tiene nada que ver con lo que venía a contarte que no es más que una anécdota que por alguna razón he recordado hoy. Verás esta historia, no sé si se le puede llamar historia, sucedió hace mucho tiempo en un supermercado que tenía frente por frente de mi casa, supongo que yo no tenía ni los dieciocho años, el caso es que me mandaron a comprar tomates para el gazpacho, yo siempre he sido muy bien mandado así que allí me planté y me puse a palpar los tomates más propicios para hacer un refrescante gazpacho. Cuando me puse en la caja esperando mi turno vi a una vecina en la caja de al lado. Esta vecina de la que os hablo estaba realmente buena, era la mujer de un torero, no de uno de esos toreros famosos sino un torero de los de segunda fila, pero para el caso daba exactamente igual, la mujer era una rubia despampanante, una auténtica madre primeriza. Esto que te cuento no tiene nada de extraño de no ser por lo que aquella bendita señora estaba comprando. Tan sólo una botella de agua y un pepino. Has leído bien, sólo tenía una botella de agua y una de esas bolsas de plástico transparente que se cogen en la misma frutería del súper con sólo un pepino. Un simple y sugerente pepino.

Yo que soy un mamífero de sangre muy caliente me puse a imaginar la historia subyacente de todo lo acontecido. Lo recuerdo como si fuera ayer. El matrimonio en cuestión no tenía hijos, por lo que en el barrio las habladurías apuntaban a una cierta merma viril del torero ya que nadie se explicaba cómo no se le podría hacer un hijo a aquella maravillosa mujer. En alguna ocasión te he hablado de la importancia del decoro, verás, nada de esto hubiere tenido importancia de haber hecho una compra más grande, pero aquella botella de agua era el pretexto perfecto para comprar el pepino. Quiero decir que comprar un pepino sólo es violento hasta para un hombre, da igual que realmente sea lo único que necesites, nadie en su sano juicio compra tan sólo un pepino. La botella de agua no era más que una triste cortina de humo, el señuelo perfecto para despistar a la gente, algo con lo que engordar el ticket y enmascarar la vergonzante falta de vigor de su marido.

La observé. Me puso muy cachondo y la observé. Notaba cierto sonrojo en sus mejillas, prueba delatadora de su mentira. Llevaba un pantalón vaquero muy ajustado, de esos que marcan camel toe. No había salido de aquel supermercado cuando ya me puse a imaginar aquel lustroso pepino entrar y salir por su sonrosado chocho, acariciando los negros pelos de su vulva, pringado en el gazpacho hormonal de su coño. Me hubiera comido aquel pepino a bocados tras haberlo utilizado ella. No recuerdo lo que pasó después pero todo apunta a que la paja fue de órdago.

El fascinante mundo de las amas de casa.